Esopo era un esclavo de una inteligencia peculiar que servía en la
casa de un conocido jefe militar de la antigua Grecia.
Un
cierto día, en el que su patrón conversaba con otro compañero
sobre los males y las virtudes del mundo, llamaron a Esopo para que
diera su opinión sobre el asunto, a lo que respondió con presteza:
-
Tengo la más completa seguridad que la mayor virtud de la Tierra
está en venta en el mercado.
-
¿Cómo? Preguntó el amo sorprendido. ¿Tienes seguridad de lo que
estás diciendo? ¿Cómo puedes afirmar tal cosa?
-
No sólo lo afirmo, si mi amo me lo permite, iré hasta allá y
traeré la mayor virtud de la Tierra.
Con
la correspondiente autorización del amo, salió Esopo y, pasados
algunos minutos volvió trayendo un pequeño atado.
Al
abrir el paquete, el viejo jefe encontró varios pedazos de lengua, y
encolerizado, dio al esclavo una oportunidad para que se explicara.
-
Mi amo, no os he engañado, contestó Esopo.
-
La lengua es, realmente, la mayor de las virtudes. Con ella podemos
consolar, enseñar, esclarecer, aliviar y conducir. Por la lengua la
enseñanza de los filósofos es divulgada, los conceptos religiosos
son diseminados, las obras de los poetas se hacen conocidas por
todos. ¿Acaso podéis negar esas verdades, mi amo?
-
Estupendo, mi estimado, contestó el amigo del amo. Ya que eres tan
listo, ¿qué tal traerme ahora el peor vicio del mundo?.
-
Es perfectamente posible señor, y si mi amo me autoriza, iré otra
vez al mercado y de allí traeré el peor vicio de toda la tierra.
Concedido
el permiso, Esopo salió nuevamente y en pocos minutos volvía con
otro paquete semejante al primero.
Al
abrirlo, los amigos encontraron, otra vez, pedazos de lengua.
Decepcionados, interrogaron al esclavo quien les dio esta
sorprendente respuesta:
-
¿Por qué os admiráis de mi elección?
-
De la misma forma que la lengua, bien empleada, se convierte en una
sublime virtud, cuando relegada a planos inferiores se transforma en
el peor de los vicios. A través de ella se traman las intrigas y las
violencias verbales. A través de ella las verdades más santas, que
ella misma ha enseñado, pueden ser corrompidas y presentadas como
anécdotas vulgares y sin sentido. A través de la lengua, se
establecen las discusiones infructíferas, los malentendidos
prolongados y las confusiones populares que llevan al desequilibrio
social. ¿Acaso podéis objetar lo que digo? Indagó Esopo.
Impresionados
con la inteligencia poco común del sirviente, ambos señores se
callaron, conmovidos, y el viejo jefe, en el mismo instante,
reconociendo el disparate que era tener un hombre tan sabio como
esclavo, le concedió la libertad.
Esopo aceptó la liberación y se convirtió, más tarde, en un
contador de fábulas muy conocido en la antigüedad y cuyas
historias hasta se diseminan por el mundo entero.
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